La respuesta es no, la pérdida de un ser querido representa un territorio desconocido que debemos aprender a explorar y a recorrer para volvernos a encontrar con nosotros mismos. Ante este doloroso acontecimiento, nuestro cuerpo no sabe cómo reaccionar ni cómo entender lo sucedido; aunque lo intentemos, nuestras emociones y nuestros pensamientos no nos permitirán expresar con claridad lo que estamos sintiendo. Es válido señalar que la vivencia de un duelo depende de cómo sucede el fallecimiento y de cómo nos enteramos de este: si hemos acompañado a una persona durante su enfermedad y hemos sido testigos de su proceso, nos será más fácil asimilar su partida; sin quererlo, y de manera natural, empezaremos a ser conscientes y a prepararnos para recibir su último adiós. Si, por el contrario, nos enteramos de la pérdida de manera imprevista, nos es muy difícil predecir nuestro comportamiento, y por lo mismo, controlar nuestras emociones. Con base en lo anterior, es importante que reconozcamos que todos vivimos el duelo de una manera diferente y que factores como: el vínculo que hayamos construido con la persona, nuestra estabilidad emocional al momento de recibir la noticia y nuestras vivencias, entre otros, pueden ser determinantes para definir nuestra reacción frente a la pérdida de un ser querido. Acompañemos con sabiduría. Respetemos nuestro proceso y el de los demás. Permitámonos experimentar el duelo con naturalidad